miércoles, 13 de febrero de 2013

Memorias Perdidas


Me encuentro atado en un lugar oscuro, puedo ver claramente mi cuerpo, en algún lugar algo ilumina la zona donde me encuentro agachado, mis brazos son sujetados fuertemente, mi cabeza está viendo hacia el suelo y mi mirada es triste, no sé que está pasando, solo tengo puesto un pantalón blanco y estoy descalzo, no sé en donde se encuentran recargados mis pies y mis rodillas, solo sé que no puedo soltarme y tengo un temor muy grande del cual desconozco la causa.


Las cosas empiezan a cambiar cuando observo que algo se ilumina frente a mí, otro cuerpo en la misma posición en la que me encontraba, pero era una mujer de cabellera larga y oscura, su tez blanca como la nieve y una mirada aún más triste que la mía; de igual forma, no sabía de dónde provenía la luz que la iluminaba, y menos porque estaba en cuclillas y atada igual que yo pero no me volteaba a ver en ningún momento, su mirada estaba perdida apreciando el vacío, como esperando una mala noticia.


Comencé a llorar como un niño sin saber porque, no sabía que ocurría ni porque me encontraba ahí, de pronto, la luz que me iluminaba se intensificó y pude apreciar las cuerdas que me sostenían, que no eran otra cosa sino los brazos de dos hermosas mujeres, lo sabía por su complexión y el cabello largo, jamás pude ver su rostro ya que se los cubría el cabello, pero lo que me sorprendió aún más fueron esas enormes alas que nacían desde su espalda y se alzaban muy por encima de nuestros cuerpos, plumas tan largas como las de un pavorreal y de un color aperlado y brillantes, jamás había visto un ángel, pero podría decir que ellas lo eran; les preguntaba que hacia yo allí, porque me sujetaban, les gritaba que me soltaran, pero ellas lloraban y me abrazaban por la espalda, recargando su rostro con la piel de mi cintura, yo sentía una calidez y un amor como nunca antes, era algo tan maravilloso pero a su vez me llenaba de miedo, sentía que había hecho algo mal y me vendrían a castigar, pero esos ángeles no querían que nada me pasara y fueron obligados a detenerme mientras afrontaba mi castigo, por eso las lágrimas que derramaban; una de ellas sostuvo mi cuello con la mano izquierda que era la única que tenía libre, la otra me sujetaba el brazo derecho; guio mi cabeza hacia la mujer que tenía frente a mí, también se encontraba más iluminada y la pude ver por fin a los ojos, su mirada llena de sufrimiento provocó que se llenaran de lágrimas mis ojos, lagrimas que no pude contener, todos los recuerdos llegaron a mi mente de un golpe, no lo podía creer, me quedé totalmente paralizado al principio, no dejaba de verla ni un solo segundo, tenía frente a mí a mi esposa, la mujer con la que compartía mi vida, la que amo tanto; ¿será que nos castigarían por algo?, me llenaba de desesperación el hecho de no saber que estaba ocurriendo, quería avanzar hacia ella pero no me podía mover ya que me sujetaban con fuerza las mujeres aladas, le gritaba a mi esposa desde donde me encontraba pero parecía que mi voz se esfumaba tan pronto salía de mi boca y mis lágrimas y llantos no llamaban su atención, suplicaba primero y después les exigía, pero nada podía hacer, no sabía si me había quedado mudo y simplemente no querían escucharme.



Hubo un momento por fin cuando mi esposa me miró a los ojos, parecía estar envuelta en sábanas blancas, pero con un enorme destello se deshizo de ella y comenzó a subir hacia una pequeña luz que se encontraba en lo más alto del lugar donde estaba, sinceramente no recuerdo si ya estaba antes de que comenzara a notarla, pero se estaba alejando poco a poco de mí, subía desnuda hacia algún lugar donde sabía que no la podría ver más, daba golpes de luz y en cada uno de ellos tenía cambios, su piel tan blanca se hacía bronceada, y su pelo negro se hacía castaño, esos hermosos ojos verdes que adoraba se tornaron en un violeta intenso, se iba de mí y lo sabía, pero me quedó aún más claro cuando arrojó un último destello de luz brotando desde su cintura hasta su espalda un par de alas como las mujeres que me abrazaban, ella ya no era parte de mí, pero me aferraba a ir por ella, no la dejaría ir, y menos sin una explicación.


Empecé a desesperarme demasiado cuando vi que mi esposa estaba más cerca de la luz, moví más violentamente mi cuerpo y mis llantos se hacían más fuertes, pude soltarme el brazo derecho pero aún seguía atorado, alzaba mi brazo hacía ella como queriéndola alcanzar, comenzaba a avanzar y a arrastrar conmigo a las mujeres aladas, seguía gritando que no se fuera, que me llevara con ella, que iría por ella, su mirada nunca se despegó de la mía, continuaba haciendo movimientos violentos para poder soltarme, hasta que por fin comencé a soltar ese fulgor, destellos de luz calentaban mi piel y por fin las mujeres me habían liberado, con la desesperación pude dar un salto seguido de otro destello que hizo brotar dos alas en mí, no las podía ver, pero las sentía, y aunque nunca había tenido sabía perfectamente como aletear, parecía algo innato, mi expresión cambió por completo al saber que iba por ella, la traería de vuelta o nos iríamos juntos, apresuraba mi vuelo para poder tenerla en mis brazos y alzando mi mano derecha intenté alcanzarla una vez más, pero no fue suficiente, solo pude rozar su barbilla con mi dedo índice, mis alas se comenzaron a deshacer rápidamente y yo me precipitaba hacia la nada, solo recuerdo al final que le pude gritar que la amaba, después quedé inconsciente, solo sentía cálidos abrazos que me transportaban a algún lugar, después de eso creí haber muerto.


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